Corría el año 1965. Me encuentro en un lugar muy hostil; un lugar muy diferente a mi tierra; un lugar muy diferente a mi manera de ser y pensar.

Por circunstancias de la vida también me encuentro con un personaje que me marcaría para siempre y para bien. El personaje es JUANJO TUBÍA ZULUAGA.

Aquel lugar hostil fue Sidi Ifni, y el mencionado encuentro en la imprenta de la Policía Gubernativa de dicha ciudad. Juanjo y yo coincidimos por ser profesionales de Artes Gráficas -bendita coincidencia- y hacer parte de nuestro servicio militar obligatorio en dicha localidad, concretamente en el Semanario “AOE” (Africa Occidental Española).

Desde el momento en que nos conocimos no podemos decir, al menos que yo recuerde, que hubiese discrepancias o malas sintonías; todo lo contrario. Juanjo es, para mí, como un hermano. Su casa y la de su familia siempre nos abrieron sus puertas; siempre pendiente de que nos encontrásemos a gusto. Hemos pasado -y lo seguiremos haciendo- grandes momentos, igual en Haro que en Compostela. Siempre son momentos inolvidables con él, su familia y sus interminables amigos.

Juanjo, igual que su padre, es un privilegiado del pincel, donde hace resplandecer esos extraordinarios paisajes que sólo se pueden ver en las tierras riojanas. Cada vez que contemplo un cuadro suyo todo mi cerebro se encuentra dentro de esa tierra y ya no necesita ver nada más; es como meterse dentro de una cuba y ver sólo la cuba.

Gracias, Juanjo. Es un placer haberte conocido y haber conservado nuestra amistad.

Tu siempre amigo,
Carlos Delgado Fernández.