El cielo es de ceniza.
Los árboles son blancos,
y son negros carbones
los rastrojos quemados.

Tiene sangre reseca
la herida del Ocaso,
y el papel incoloro
del monte está arrugado.

El polvo del camino
se esconde en los barrancos,
están las fuentes turbias
y quietos los remansos.

Suena en un gris rojizo
la esquila del rebaño,
y la noria materna
acabó su rosario.

Federico García Lorca